Catherine vive en París con su padre y, al igual que él, lleva gafas. Su madre vive en Nueva York y, al igual que ella, Catherine quiere ser bailarina. Obligada a quitarse las gafas para bailar, Catherine descubre de repente que puede vivir en dos mundos paralelos y diferentes: el que ve cuando lleva las gafas puestas, el mundo real. Y el otro, «un mundo de ensueño, borroso y tierno», el que ve cuando no lleva puestas las gafas. Frente a las rarezas y los misterios de los adultos, Catherine empezará a sacar provecho de ese poder que solamente poseen los niños con gafas: mirar de cara a la realidad… o no.