La historia de Camille Claudel me atrapó de principio a fin y me acompaña desde mi primera visita al Musée Rodin de París. La he rescatado de mi memoria por el estreno de Rodin de Jacques Doillon con Vincent Lindon interpretando al maestro.
Y rescato también la entradilla que el museo dedica a la galería de Camille. Una historia dramática que entrelaza esos gritos en silencio que transmiten las esculturas tanto de Rodin como de Claudel con la pasión de una relación que concluye con la reclusión de la artista durante 30 años en un manicomio. Nunca volverá a su casa y se encerrará allí como soñaba desde Montdevergues.
A continuación el texto:
«Mi feroz amiga» : así comienza el grito de amor desesperado que Rodin dirige a Camille Claudel en los primeros años de su relación. Muy pronto, Rodin parece trastornado por esta alumna que se convierte en su colaboradora, amante y musa, mientras que Camille Claudel muestra todavía un perfecto control de sus sentimientos. Prisionero de un amor obsesivo, agonizante, le implora de rodillas a lo largo de toda la carta, en un estilo confuso, una sintaxis impura y una dudosa ortografía.
Se trata de un documento único, en el que Rodin, inmerso en sus sentimientos, no tiene más elección que entregarse sin artimañas ni mentiras. Los escasos documentos conservados por el museo, cinco cartas de Rodin y aproximadamente quince de Camille Claudel, de tono a menudo exaltado, dan fe de esta relación fusional y atormentada, de la que conocemos el trágico desenlace.
«Te beso las manos amiga mía, tú que me das tan profundos y ardientes goces,a tu lado, mi alma existe con fuerza y, en su furor amoroso, tu respeto siempre está por encima. El respeto que tengo por tu carácter, por ti mi Camille es una causa de mi violenta pasión. no me trates despiadadamente te pido tan poco.»